// enero 18th, 2013
Acabo de recibir un comentario de parte de uno de mis amados lectores que realmente me conmovió y me llegó al alma. En dicho mensaje podía leerse la frase (palabras mas, palabras menos… o tal vez no) “Che, podrías ir actualizando el blog, no?”. Cuanta razón tenía este buen hombre (o mi vieja, si decido creer ciegamente en el nick que figura como firma).
El caso es que hace escasos días escribí un larguíiisimo post acerca del Mancala (juego milenario de origen africano) y por culpa del WordPress hijo de puta de los cojones -coño- el asunto se me colgó, se me borró, no se me guardó y me entristeció, oh oh oh. Así que me agarré tal calentura que decidí destruir todos los objetos violetas que hubiese en mi habitación (y por suerte eran pocos, algunas docenas nada mas), uno por uno, gozando cada momento como si fuese el último estertor de placer en este mundo sinsentido que no es otra cosa que un sueño soñado por un loco… Gracias a este mensaje tan bienintencionado de parte de mivieja, pude ver nuevamente la luz y aquí estoy, hermanos míos, usando el bloc de notas por si acaso, pero siempre Firme junto al Pueblo que me da la espalda, pero que sin embargo existe.
Hoy les quiero hablar de un hermoso regalo que la gente de Capcom le ha dado a la HUMANIDAD. Ustedes saben quienes son los muchachos de Capcom, no? Ustedes lo saben porque han fichineado a granel en su mas prepubescente infancia, huyendo de los exhibicionistas y ladrones, esquivando gordos sudorosos y padres fumadores en esos Sacoa de Pompeya durante la década del 90. Que tiempos aquellos, no? Allí jugábamos al STREET FIGHTER II y nada nos importaba… Luego, al llegar a nuestro hogar destartalado, encendíamos el family game y sacudíamos los píxeles brillantes al ritmo de Megaman (o Rockman, dependiendo la versión), uno de los mejores juegos de plataformas-shooters que jamás se hayan inventado. Todo esto gracias a Capcom, claro, que son unos japoneses que se la re bancan.
Ahora -en realidad hace ya unos cuantos días como motivo de los 25 años del bombardero azul, pero bueno… remitirse al párrafo inicial- Capcom nos obsequia con un nuevo Megaman que conserva todo el flavor de las versiones de 8 bits (Como debe ser. Puedo llegar a levantar controversia con esto que estoy diciendo, pero la verdad es que me la trae floja: Megaman es un juego con estética 8 bits, y nunca me terminaron de cerrar los Super MegaMan para la SNES, aunque no los desmerezco como juegos ya que están muy bien hechos) y con varios personajes del Street Fighter como jefes!!! (!!!!). Para los que no estén familiarizados con la mecánica clásica de esta franquicia -y por lo tanto merecen un buen tirón de orejitas- solo me resta decirles que se trata de un ir avanzando a travéz de distintas pantallas plagadas de enemigos y trampas, disparándoles o directamente esquivándolos, y al final de cada uno de los “mundos” a explorar nos encontramos con un Jefe final, que en este caso puede ser Ryu, o Chun Li, o Dhalsim… Solo que Megamanizados.
Y por qué tiene que estar bueno todo esto? Porque se los digo yo? No solo por eso, niños. Además de lo divertido que me resultó luchar contra los personajes del Street Fighter en un entorno atípico, este tipo de “cross-overs” entre dos franquicias son como una especie de bálsamo para nuestro cerebro enmohecido por la nostalgia y el vicio de los videojuegos. Sentimos que no estamos solos, que hay gente que nos comprende y -mejor aun- quiere darnos lo mejor, porque venimos jugando desde hace décadas y no se han olvidado de nosotros. A su vez, estas acciones sientan precedente y abren la puerta a todo tipo de ideas locas que no necesariamente requieren de mucho presupuesto ya que pueden servirse de gráficos demodé y mecánicas recicladas pero como contrapartida testeadas hasta el hartazgo.
CAPCOM, los viejos como yo te amamos