lunes, 19 de febrero de 2018

Love Letter


// octubre 26th, 2014


Si, claro. El “Love Letter” es un juego que fué novedad allá por finales del 2012. Lo probé en el verano del 2013 y tenía pensado hacer una reseña, pero pasaron millones de cosas (me uní a una secta, hubo un terremoto cuyo epicentro fue la esquina de Manuela Pedraza y Rivadavia (Lanús), se me quemaron unos papeles que contenían, entre otras cosas mas importantes, borradores de futuros posts de Epimundo.com y la fórmula contra la boludez -inyectable-… Muchas cosas, terribles, que han hecho que mi cerebro se resienta y pierda toda conexión con la realidad aparente. Así que aquí estamos, desde el samsara virtual, al menos intentando recuperar parte del tiempo perdido y comunicando las buenas nuevas, que ya no son tan nuevas…

Y por qué les quiero hablar del Love Letter? Porque es un juego que tal vez muchos de ustedes conocen, pero tal vez a algunos se les pasó por alto, y ningún jugador de juegos de mesa y cartas debería dejar de jugar, al menos una vez en su vida, a esta maravillosa gema del diseño contemporaneo japonés.

Solo 16 cartas (y algunas “fichas” o porotos para llevar la cuenta de los puntos) integran este micro-juego para dos, tres o cuatro jugadores (a mayor cantidad de personas, mas diversión en este caso. En otros órdenes de la vida, como por ejemplo el viaje en colectivo o la cola de un banco, TODO LO CONTRARIO). Por supuesto que en Epimundo ya hace tiempo decidimos no comprar absolutamente nada porque, como podrán observar nuestros avezados lectores, caímos por debajo de la linea de pobreza y aun así no nos resignamos y queremos jugar a todo lo que anda suelto por ahí. Así que me hice no una, sino DOS versiones Print & Play: Una con los gráficos de la edición “occidental” del juego (la pueden ver en las fotos que rodean este párrafo) y otra con los personajes de la serie televisiva Adventure Time (grosísima serie, para los que no la vieron). Esto, claro, es solo un detalle cosmético y no altera el funcionamiento habitual del juego, ya que las reglas son las mismas.
El tema del juego es muy simple y superficial (con esto quiero decir que, si bien está bastante integrado con las reglas, no es un juego particularmente temático): Todos los jugadores pugnan por entregar una carta de amor a la Princesa del palacio, mientras se boicotean entre ellos e intentan descubrir quién es el que puede llegar al final con mas posibilidades de éxito.

Por qué Love Letter es un gran juego? Primero y principal por una cuestión que podríamos denominar “coyuntural” (si, estuve escuchando muchos discursos políticos ultimamente, y se me pegó la pseudo-erudición y la maldad): Este juego abrió la puerta en occidente a todo un género lúdico en si mismo: Los microgames japoneses. Pocas cartas, pocos componentes, partidas enteras que duran no mas de quince minutos (y rondas que a veces duran 1 minuto o dos, como mucho) y mecánicas simples pero bien combinadas. Pareciera ser que los diseñadores de juegos tradicionales en Japón, intentan competir contra los nuevos modos digitales y portátiles de diversión (ya se sabe: Angry Birds, Candy Crush, Criminal Case, espiar las fotos de alguna persona que envidiamos en Facebook, etc.) y para vencer a tan poderoso enemigo es inteligente y práctico copiar sus mejores logros…
Por lo tanto, los microgames tienen que ser portátiles en grado sumo, fáciles de explicar (casi sin necesidad de “tutoriales”, con reglas que entran en una sola carilla), poco aparatosos a la hora de desplegarlos en la mesa y rápidos a la hora de terminar una partida. Love Letter cumple con todos esos requisitos, y le voló la peluca a todos.
Cada jugar toma una carta del mazo, y la mantiene oculta. El objetivo del juego es llegar al final de la ronda con la carta de mas valor (todas ellas tienen un valor numérico que va del 1 al 8) y la mecánica es la siguiente: El jugador que comienza la ronda toma una carta del mazo (quedándose temporalmente con dos cartas en la mano) y descarta una de ellas a elección, boca arriba sobre la mesa. TODAS las cartas, al ser jugadas, realizan una acción, que en general va dirigida contra alguno de los otros participantes (por ejemplo: los “Guardias”, cuyo valor numérico es 1 y por lo tanto carecen de sentido a la hora de guardárselos para el final de la partida, una vez descartados permiten al jugador apuntar a otro contrincante de la mesa y decir, en voz alta, que carta SUPONE que tiene en la mano. Si acierta, el jugador que ha sido acusado debe retirarse de la ronda, perdiendo la posibilidad de llegar al final de la misma y ganarla. El “Cura”, cuyo valor numérico es 2, permite espiar la carta del rival que elijamos, y así sucesivamente, todas las cartas tienen su acción y su número). La mas poderosa para llegar al final es la Princesa, cuyo valor es 8… pero por otra parte carece por completo de valor al descartarla en la mesa (de hecho, si hacemos esto, perdemos automaticamente la ronda).
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En ocasiones no se llega al final, ya que basta con que todos los demás jugadores hayan sido eliminados para adjudicarnos un punto y dar comienzo a una nueva ronda, previa mezcla del mazo y nuevo reparto. A los cuatro puntos alcanzados por cualquier jugador (o corazones, en nuestro caso, ya que mi mujer hizo unos muy bonitos que van muy bien con el “tema” del juego) el juego finaliza con la victoria del mismo y con el destape de un vino tinto para festejar (supongo… nunca gané).
DSC04523Mi compañera, mostrando las cartas de Finn y Jake, de la versión con los personajes de Adventure Time.
El juego, por supuesto, no es perfecto. En ocasiones el azar nos juega una mala pasada y nos quedamos casi sin posibilidad de responder… pero al menos la bronca dura un minuto o dos, hasta la próxima ronda. En ese aspecto el juego balancea muy bien la diversión que representa molestar a tus amigos y burlarte de ellos (aun por cuestiones que poco tienen que ver con tu propia habilidad para jugar) con la posibilidad de la revancha. Es muy recomendable para todos los interesados en el diseño de juegos, y para los que quieran jugar a un juego simple, fácil, portatil, para todos los públicos y para todas las edades. Una joya del diseño japoné, señor.

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